
Cuatro días atrás el teléfono me había sacado de mi letargo. Descansaba recién llegado de un largo viaje por tres ciudades en las que me había reunido con colegas. Buscábamos a un asesino que o tomaba muchos aviones o conducía un veloz coche por todo el país.
Aunque ya no eran horas de seguir trabajando, no imaginaba que aquella llamada pudiera responder a cuestiones de otra índole. Lo dejé sonar. Pasó un buen rato hasta que la sonora insistencia me hizo entender que podía tratarse de algo grave. Abandoné mi querido sillón y descolgué.
–Josep, dios mío, por fin.
–Rom, ¿qué pasa? ¿Estás bien? Me alarmó su tono. Rom, compañero en el FBI, es un calmado, educado y, sagaz analista que no llamaría a nadie pasada la medianoche sin un buen motivo.
–Yo sí, yo sí. Pero ha pasado algo grave. Muy gordo, Josep.
–Cálmate, Rom, hombre. ¿Qué pasa?
–Han asesinado a Sussan.
Continuar leyendo «Capítulo 2»